jueves, 8 de octubre de 2009

Los persas nacidos para conquistar



Este pueblo guerrero y nómada llego al Medio Oriente junto a sus similares los medos ambos procedentes de Turquestán para asentarse en el oeste de la meseta donde hoy se encuentra Irán. Se los menciona por primera vez en los anales militares de los reyes asirios del siglo IX a.C., y hasta el eclipse de Asiria tanto los medos como los persas siguieron apareciendo en esos documentos como poseedores de tierras por las que pasaba el ejército imperial asirio o como vasallos que pagaban tributo. Los Medos se alojaron en el norte y los persas en el sur, de los dos pueblos los medos eran el grupo más extenso e importante hasta entonces pero esto iba cambiar muy pronto, pero hacia el 550 a.C los persas se sublevaron contra los medos en abierto desafío, a la cabeza estaba su rey el hombre que más tarde se convertiría en el rey de Asia, era Ciro II el fundador del primer imperio persa, según algunas fuentes griegas la caída de los medos se debió a la ayuda prestada a Ciro por un alto oficial del ejército medo llamado Harpago. Entonces Ciro se vio libre para tomar la capital meda Ecbatana, y hacerse con el tesoro que luego sería trasladado a Persia. El rey guerrero Ciro II anexo a Persia el territorio medo, un nuevo imperio había nacido y que eclipsaría a todos los anteriores de la región.



El rey Ciro II


Cuatro años más tarde el ejercito persa conquisto el rico reino de Lidia del rey Creso que se extendía por casi toda Asia Menor. Luego el rey guerrero Ciro II viro sus fuerzas hacia Babilonia que estaba gobernada por el rey Nabonides que fue advertido en un sueño según las inscripciones Babilónicas, que relata cómo esa victoria sobre los medos le fue predicha por su dios, Marduk, deidad principal de Babilonia, en un sueño: Nabonides se quejó a Marduk de que los medos habían ocupado un templo antiguo, que la deidad había ordenado específicamente a Nabonides reconstruir. Entonces Marduk Tranquilizó al rey babilonia con una profecía de perdición para los medos. Así reza el texto “Ellos, su país y todos los reyes, todos sus aliados, ya no existen”, dijo Marduk, luego prosiguió para predecir que el Rey Ciro lo expulsaría. Poco después Nabonides se entero de la destrucción de los medos a manos de los persas y declaro una inscripción en una estela que la victoria sorpresiva de Ciro “con un pequeño ejército” en realidad era la obra del dios vengador de Babilonia. Irónicamente Ciro usaría esta fama como agente del dios Marduk contra el rey Babilónico. La rica y magnificente gran ciudad de Babilonia caería en manos persas hacia el año 539 a.C. las narraciones contemporáneas hablan de que la ciudad estaba formidablemente bien defendida por un foso que rodeaba un circulo de 80 kilómetros de bastiones de ladrillo de 90 metros de alto.


Dios Marduk

Esas murallas eran tan gruesas y bastante anchas que un auriga podría cruzar, sus defensores afirman que Babilonia era inexpugnable. Si la fuerza bruta no podía derribar las murallas, Ciro y sus guerreros tenían otros métodos. Algunas fuentes hablan de que Ciro había preparado una invasión a largo plazo y que comenzó una carrera propagandística contra el rey babilónico para acrecentar el descontento entre la población ya que este rey no era mirado con buenos ojos por parte de la población. Serian las primeras campañas de propaganda de la historia Una crónica Babilónica informa que no hubo interrupciones de ritos religiosos mientras el ejército persa se acercaba por los ríos Éufrates y Tigris. El 12 de octubre los persas llegaron finalmente a Babilonia. Los historiadores contemporáneos como Heródoto y Jenofonte cuentan que en esa fecha un festival religioso importante ocupaba la atención de los habitantes. Sean cuales fueran los hechos, la mayoría de los historiadores cree que Ciro entro en Babilonia en forma pacífica y recibió la bienvenida de la población. El propio veredicto del gran rey persa que sobrevivió hasta nuestro días fue escrito en un cilindro de arcilla, encatrado en 1879, cerca del Templo de Marduk en el reza;



Entré en Babilonia como amigo y establecí la sede del gobierno en el palacio del gobernante bajo gran júbilo y celebraciones. Mis numerosas tropas recorrieron Babilonia en paz, y no permití que nadie provocara el terror.

Se proclamo así mismo el elegido del dios principal de Babilonia Marduk


El cilindro de Ciro encontardo en Babilonia, Consiste en dos fragmentos, llamados "A" y "B". El primero permaneció en el Museo Británico desde su descubrimiento, mientras que el segundo fue alojado en la Universidad de Yale hasta su traslado al Museo Británico, donde se encuentra actualmente.



Miniatura Medieval que muestra al gran rey Ciro y sus vasallos.


Ciro el grande

Quien busco en todos los países un gobernante probó y desde luego lo encontró
Él pronuncio el nombre de Ciro, rey de Anshan

La inscripción ofrece una definición tan expansiva de su reino como él era capaz de imaginar:

Soy Ciro, rey del mundo, gran rey, legítimo rey, rey de Babilonia, rey de sumeria y Acad, rey de los cuatro rincones de la tierra.

Los arqueólogos rara vez toman tales jactancias por su verdad, aunque en este caso no se alejaban de la realidad, ya que la conquista de Ciro de Babilonia le dio el dominio sobre un imperio de reyes vasallos que iban desde monarcas que vivían en palacios hasta reyes nómadas, cada uno al parecer dispuesto a jurar lealtad al conquistados aqueménidas.



Ciro el grande


Nos cuenta Ciro:

Todos los reyes de todo el mundo desde el mar superior al inferior, aquellos que ocupan salas y tronos ,los que viven en otro tipo de edificios y también todos los reyes del Oeste que moran en tiendas, trajeron sus pesados tributos y me besaron los pies en Babilonia.



Tumba de Ciro II



Maxima extención del imperio persa aqueménida

Cambises II invade África
El hijo de Ciro el grande Cambises II se propuso terminar lo que el gran rey había dejado, la conquista de Egipto, cuando este rey hubo terminado los preparativos de su ejército, se dispuso a invadir del delta del Nilo, donde en esa época se encontraba la capital de Egipto, y entablo una sangrienta batalla en una de las desembocaduras del rio, que termino con la derrota y huida del ejercito egipcio. Menfis cayó después de corto asedio.


Esta estatua egipcia fue dada a Cambises II nombradolo hijo de "Ra"

El último faraón, Psametico II, fue hecho prisionero y los egipcios reconocieron a Cambises II por rey, en el año 525 a.C.
Una vez conquistado Egipto, Cambises lanzo una expedición hacia el sur, al país que habitaban “los etíopes de larga vida”. Debía de tratarse de hombres de un vigor extraordinario, que alcanzaban la edad de ciento veinte años o más, empresa que se frustro por las enormes pérdidas que hubo en las filas persas. Cambises II era más enérgico y también más déspota que su padreSegún Heródoto, Ciro el Grande de Persia encontró la muerte durante una batalla contra Cambises II, soberano persa entre los años 529 y 522 a.C., era hijo de Ciro II el Grande. Cambises amplió los dominios de Persia gracias a la conquista de Egipto. Así se desprende de su política exterior, claramente dirigida hacia un objetivo: unir en un solo estado, voluntariamente o por la fuerza, todos los reinos antes independientes del imperio persa. Y para ello. Cambises II rompió con los principios más humanos de Ciro, que permitiría una gran autonomía, la meta de Cambises II era la Centralización del territorio, lo que implicaba un poder personal ilimitado.





Una vez conquistado Egipto, Cambises lanzo una expedición hacia el sur, al país que habitaban “los etíopes de larga vida”. Debía de tratarse de hombres de un vigor extraordinario, que alcanzaban la edad de ciento veinte años o más, empresa que se frustro por las enormes pérdidas que hubo en las filas persas. Cambises II era más enérgico y también más déspota que su poder. Así se desprende de su política exterior, claramente dirigida hacia un objetivo: unir en un solo estado, voluntariamente o por la fuerza, todos los reinos antes independientes del imperio persa. Y para ello. Cambises II rompió con los principios más humanos de Ciro, que permitiría una gran autonomía, la meta de Cambises II era la Centralización del territorio, lo que implicaba un poder personal ilimitado. Cambises II hizo público, al estilo de todos los faraones de Egipto, dijo a los egipcios que el también provenía de un dios. Sin embargo, en el trascurso de la organización de su administración egipcia, Cambises II enfureció a los sacerdotes egipcios al interferir en las finanzas de los templos, que tradicionalmente habían gozado de un enorme poder económico. Tras los años pasados estableciendo el control persas sobre Egipto, Cambises se marchó de su nuevo dominio. En el viaje a casa, poco después murió en circunstancias misteriosas al igual que su padre años antes.





Darío I, el organizador
Cambises únicamente reino siete años y no dejo sucesión, por lo que se corona recayó en Darío, vástago de la rama más joven de la familia de Ciro. Fue uno de los más grandes estadistas de la historia; comenzó por reprime ir con mano dura las tentativas de rebelión que siguieron a la expedición de Cambises al país de los etíopes e hizo grabar estas victorias logradas contra sus rivales en la famosa roca de Bahistún, los jefes rebeldes están citados alii con frases de “nueve reyes mentirosos”. Darío reinaba sobre un imperio mundial que se extendía desde la segunda catarata de Nilo al mar Negro, y desde el Mediterráneo al Indo y al Araxes. Pero las rebeliones le enseñaron que para asegurar la existencia y continuidad de un imperio no basta la fuerza de las armas, sino que era imprescindible organizarlo.

Darío I sentado en su trono junto a su hijo Jerjes I. (Relieve en Persépolis)

Darío fue, en verdad, el gran organizador del imperio persa, pues Ciro y Cambises tuvieron que dedicar demasiado tiempo a sus campañas militares y no habían podido cumplir con la misión que les estaba asignada; o sea, la función de sus diferentes reinos en un conjunto coherente. Anteriormente los asirios solo habían allanado el camino hacia la unidad por medio de la crueldad y las matanzas empleando el terror. Darío puso en el cumplimiento de su tarea mucha humanidad y un profundo sentido de organización, plenamente dentro del espíritu del gran Ciro. Atrajo a los estados vasallos as su causa, dando pruebas de una diplomacia magistral y respetando sus tradiciones nacionales y religiosas. Con los egipcios se confundía entre ellos como uno más, con los babilónicos era muy querido y era un griego entre los griegos. Persia disfrutaría un periodo dorado con un inteligente reinado, de una riqueza material y cultural como nunca consiguió anteriormente.



La inscripción de Behistún donde se ve a los nueve reyes rivales que Darío capturó

Darío dotó a su vasto imperio de una administración solida y lo dividió en 20 satrapías, regida cada una por un sátrapa o gobernador. Para que estos funcionarios no adquirieran demasiada fuerza ni se hicieran peligrosos para la unidad del imperio, no les otorgo más poder que el civil, y en cada satrapía acantonó tropas que solo recibían órdenes suyas. A demás, sometió a los sátrapas a la vigilancia de enviados secretos que viajaban por todo el imperio y a quienes la población llamaban”los ojos y oídos del rey”. Cuando encontraban algo sospechoso, daban cuenta de ellos al soberano. El propio rey estudiaba estos informes y nunca dejaba de imponer graves sanciones en caso de abuso de poder.” Como no agás caso de mis disposiciones hacías los dioses –escribía Darío a un sátrapa –“tu si no cambias probaras mi descontento, pues con pretexto de tributo as extorsionado a los cultivadores sagrados de Apolo, haciéndoles labrar una tierra profana...” Durante el reinado de Darío se iniciaron muchos proyectos de construcciones, siendo el más destacado la edificación de una nueva capital para el imperio, la ciudad de Persépolis, en detrimento de la antigua capital de Ciro, Pasargada, que estaba muy asociada a los reyes anteriores, algo que Darío quería evitar. La nueva capital poseía murallas de 60 pies de altura (unos 20 metros) y 33 pies de espesor (unos 11 metros), siendo por tanto una importante labor de ingeniería arquitectónica. Asimismo, la futura tumba de Darío fue tallada en una pared de roca, no muy lejos de la ciudad. Otro de los proyectos de Darío fue la excavación de un canal que comunicara el río Nilo con Suez, una vía que, como demuestran los fragmentos de una inscripción jeroglífica recuperada, los barcos persas utilizaban para navegar desde el mismo Nilo hasta Persia, siguiendo el Mar Rojo hacia el sur y rodeando la península arábiga y el reino de Saba antes de dirigirse hacia el Golfo Pérsico y a Susa.
Darío encargó también la creación de una importante red de caminos que recorrieran todo el imperio, como es el destacado Camino Real que desde Sardes atravesaba Anatolia, Siria y Mesopotamia para llegar hasta Susa, y de allí, hasta Persépolis, como mencionan las tablillas de Persépolis. Este camino se apoyaba en postas de mensajería, puestos de descanso, posadas y guarniciones militares, evitando así el riesgo que suponían los bandidos. Darío es también recordado por la impresionante inscripción de Behistún, que fue tallada en la pared de un acantilado cerca de la ciudad de Behistún, la cual nos informa acerca de su exitosa ascensión al trono y donde Darío argumenta sobre su legitimidad como rey de Persia.





Los primeros roces con Grecia Hacia el año 513 a.C. tras nueve años de reinado, Darío I envió su ejército por el Bósforo hacia Europa para lanzar una incursión punitiva contra las tribus escitas de las costas oeste y norte del mar Negro. Al moverse sin cesar, estas esquivaron a sus tropas, que al cabo se vieron obligadas a regresar a casa sin haber cumplido misión. Pero Darío aprovechó la oportunidad para subyugar a las provincias de Macedonia y Tracia. Allí estableció una cabeza de puente en Europa que tendría su importancia. Los europeos en especial los duros independientes griegos que habitaban las playas más orientales, resultarían una espina en el constado del imperio. Aun así, los griegos no fueron tan problemáticos para los persas como los persas los serien par los griegos; la presencia y el poder las demandas de los llamados por los griegos los intrusos del este comenzarían a tener un gran impacto sobre los ellos. En el vasto imperio persa ya existían griegos, en partículas la provincia de Jonia, en el linde occidental de Asia Menor. Los problemas surgieron en el año 499 a.C. cuando los jonios se rebelaron contra los persas en pequeñas escaramuzas, solo Atenas y Eritrea fueron a ayudar a sus primos Jónicos rebeldes y con su presencia que marón la ciudad de Sardes, sede de la administración persa en la zona. Algo que Darío I no olvidaría, juro venganza ante tal acto pidió al dios persa Ahura Mazda, que le permitirá la venganza contra los griegos. Luego ordeno a un sirviente que le repitiera tres veces al dia: Amo, recuerda a los atenieses, por si llegaba a olvidar su castigo. La rebelión fue sofocada muy pronto pero Darío decidió castigar a los atenienses.



Así, en año 490 a.C sus numerosas tropas desembarcaron en Maratón, dando inicio las famosas guerras médicas, los soldados persas llegaron a las tierras continental es de Griegas, apenas a 40 kilómetros de la misma Atenas. Allí encontraron congregado a un ejército Ateniense dispuesto a enfrentárseles. Obligados a luchar en un lugar atestado y expuesto, los persas fueron aniquilados esta victoria ateniense sorprendió hasta a los enemigos continentales de Atenas los Espartano , cuando la flota persa se iba acercado a la costa al rescate de los demás, dispuesta a asaltar la ciudad se topó con los soldados Atenienses victoriosos y aguadaban un segundo desembarco viendo esto los guerreros persas no les quedo otra alternativa que retirarse de la contienda, mientras los griegos festejaban su victoria, la ira de Darío I se tornaría aun mas grande.



Ejercito persa el brazo armado del conquistador

El ejército persa se basaba en las levas de cada satrapía (provincia gobernada por virrey) (. Numerosos historiadores antiguos hacen referencia al enorme número de hombres que podía movilizar un rey persa para una campaña. Por ejemplo Heródoto calculó que el ejército de Jerjes que invadió Grecia contaba con, “exactamente”, 5.283.220 hombres y 1.207 navíos. Arriano nos cuenta como Alejandro tuvo que hacerle frente a 600.000 persas en Issos y a un millón de infantes en Gaugamela; mientras que Quinto Curcio Rufo, más conservador, estimó unos 119.000 y 245.000 hombres en respectivas batallas. No conocemos el número exacto de hombres que podría movilizar el rey de reyes, pero en cualquier caso, el tamaño del ejército persa debía ser excepcional. Si bien, la mayoría de las tropas, levas provinciales, serían de baja calidad y tendrían un compromiso aún más bajo. Las tropas se organizaban en hazarabam, grupos de mil hombres, a su vez divididas en sataba, grupos de cien, y estas en dathabam, grupos de diez.





Relieves de la Sala de las Cien Columnas, utilizada para recepciones. Los relieves de la puerta norte muestran a oficiales militares.

La Infantería persa

Combatían, copiado de los asirios, asociando arqueros con escuderos. La primera línea la formaban los sparabara, portadores de escudo, siendo la spara un rectángulo de cuero entretejido con mimbres que llegaba desde los hombros a los tobillos, pero sin contar con algún otro tipo de protección (coraza o casco); además, estaban armados con una lanza de 2 metros de largo. Cada dathabam de desplegaba en una fila de diez, con el dathapatis, comandante de sección, sosteniendo la spara y nueve arqueros alineados detrás. Si este caía, los arqueros se defendían lo mejor que podían con falces, cuchillos curvos con filo pero sin punta; pero estaban en clara desventaja contra un enemigo resuelto, al carecer estos de armadura y casco. Iban vestidos con túnicas de vistosos colores con mangas, pantalones holgados y tiaras, gorros de fieltro flexible.
Inicialmente los persas carecían de arcos compuestos, portando arcos de caña con un alcance efectivo de unos 150 metros. Servían bien como apoyo a cargas de caballería, pero eran incapaces por si solos de someter al enemigo.


Palaca ateniense con un arquero escita.




Infantería de otras nacionalidades

Los arqueros de diversas nacionalidades de Oriente y Escitia, armados con el potente arco compuesto, constituían el principal activo del ejército persa. Este arco podía arrojar flechas a una distancia de hasta 300 metros, aunque la distancia efectiva en combate sería menor. Los arqueros escitas contaban con el gorytos, una funda para proteger la estructura del arco y almacenar hasta 70 flechas; el cual colgaban de su muslo izquierdo. Por su parte, los paflagonios, en el Norte de Anatolia, portaban escudos pequeños, lanzas de tamaño mediano, venablos y puñales. De su vestimenta lo más destacable eran unas botas que les llegaban hasta media pierna (algo muy extraño para los griegos, lo cual resalta Heródoto).







Kardakes

Como había quedado demostrado en las Guerras Médicas, los persas no podían hacer frente a un enemigo bien organizado y armado sin contar con infantería pesada. Pronto empezaron a contratar mercenarios griegos, pero para evitar esta gran dependencia, Dario III comenzó a preparar una infantería pesada propia: los kardakes. Iban armados con escudo hoplita, así como con lanza o jabalinas, pero al igual que el resto de infantería persa, no contaban con coraza ni casco. Al parecer los kardakes, según Jenofonte, eran en principio jóvenes nobles persas, que acompañaban al rey en sus cacerías, armados con dos jabalinas, arco y un hacha de combate parecida a un pico. Es posible que su evolución hacia el estilo hoplita se diera bajo la instrucción del comandante mercenario ateniense Timoteo, en torno al año 370 a.C.







Jinetes persas

Iban vestidos tomando la indumentaria de los medos. Además de sus dos jabalinas, de entre 1,5 y 1,8 metros, y una espada corta, la mayoría llevaría arco compuesto. Era una caballería muy rápida, consistiendo su táctica en rodear al enemigo mientras arrojaba sus jabalinas. Heródoto menciona una coraza de escamas, que no sería visible bajo la túnica, de vivos colores. En el corazón Meda se criaba la raza de Nicea, conocida por su gran tamaño, 152 cm hasta la cruz, de hocico ganchudo, cabeza voluminosa, cuello grueso y complexión fuerte. Era muy capaz de llevar encima a un guerrero con armadura. Con estos animales, los persas aumentaron el volumen de la armadura de sus jinetes, ya no sólo cascos y coseletes, y probaron faldones que se acoplaban al caballo para proteger sus muslos. Hacia el siglo IV a.C., desarrollaron una armadura de láminas metálicas que cubría brazos y piernas. Los caballos en ocasiones portaban testeras y petos. Sin embargo, la caballería persa siguió luchando con el arco y jabalinas como principal arma.





Catafractos

Los catafractos aparecen en el ejército persa a partir del 350 a.C.
aproximadamente, siendo este tipo de caballería desarrollado, al parecer, por los masagetas. Anteriormente ya existían jinetes con armadura, como se explica más arriba, pero su incremento fue posible gracias al desarrollo de las razas de caballos de carga en las estepas del centro de Asia. En un principio iban armados con jabalinas, pero, tras el desastre en Issos, fueron sustituidas por una lanza de carga llamada kontos. El gran peso de la panoplia, unido a la gran protección de jinete y caballo hacían incontenibles sus cargas para la infantería. Pero por este mismo motivo, su velocidad era escasa comparado con otros cuerpos de caballería (más ligeros), solo pudiendo cargar al trote; así como su movilidad. Una caballería bien entrenada podía esquivarlos y atacarlos por la espalda.





Inmortales

Era un cuerpo de infantería formado por diez mil soldados selectos, que ejercía tanto de guardia personal del rey persa, como de tropa de asalto de élite. Su nombre les fue dado por los griegos al pensar estos que cada hombre que caía era inmediatamente sustituido por otro, quedando el número de este cuerpo siempre inmutable. Pero su nombre real era Anûsiya (compañeros). Según Heródoto, eran los mejor armados de todos los integrantes del ejército persa, además de los mejor tratados. Estaban acompañados por sus esposas y sirvientes, recibían la mejor comida y toda su impedimenta era llevada en mulos. Iban armados con una lanza de unos 2 metros de longitud (más corta y menos sólida que la de los hoplitas griegos), con regatón esferoidal (según Herodoto y los relieves de Persépolis). Aunque el arco compuesto era su arma principal. Bajo la túnica de vivos colores, llevaban una flexible coraza metálica de escamas. Se protegían, además, con un ligero escudo llamado spara, de cuero y mimbre entretejido.


Guerrero "Inmortal" Anûsiya



Una muestra del carro persa se observa en esta miniatura hecha de oro parte del magnífico tesoro de Oxus del Imperio Aqueménida. Esta rara pieza de arte aqueménida se encuentra ahora en el Museo Británico.

Carros

El carro era un arma psicológica más que para causar grandes bajas. Se lanzaban frontalmente contra las filas de infantería pesada para desorganizar sus filas y causar el pánico, lo que se potenciaba añadiéndole guadañas de 1 metro de longitud en las ruedas y otras debajo para dañar a quien cayera. Estos carros, llamados escitas por los griegos, estaban tirados por cuatro caballos bien protegidos, tenían ruedas bastante separadas, armazón protegido por los cuatro lados y una puerta trasera. Iban guiados por un único hombre, que saltaba justo antes del choque. Esto provocaba, además de la posibilidad de errar el tiro, que esta fuera un arma de un solo uso. Según Jenofonte, que pudo verlos en la batalla de Cunaxa (año 401 a.C.), eran muy poco eficaces. Ante un enemigo poco organizado y con el apoyo de infantería o caballería, los carros podrían causar gran desorden, y algunas bajas, lo que aprovecharía el resto para ganar la batalla. Sin embargo, un enemigo preparado podía abrir filas para dejarlos pasar y una vez se frenaran para intentar dar la vuelta, derrotarlos; o bien, si estaban bien secundados por el resto del ejército, presentar un muro de lanzas, para herir o asustar a los caballos. De igual modo, los carros eran bastante débiles contra los ataques de jabalinas u otros proyectiles por parte de la infantería ligera (que por otra parte no tendría el menor problema en esquivar sus cargas).




El ejército persa se caracteriza por una diferenciación notoria entre las clases sociales del Imperio. Esta diferenciación también se refleja en los colores y “uniformes” de las diferentes tropas. Las unidades persas se basaban en el sistema decimal, por lo que estaban formados por múltiplos de 10, siendo el número 1000 un número característico.



El servicio militar era obligatorio para los persas de nacimiento y “asimilados”. No queda clara la duración de este servicio militar ni la edad para iniciarlo, pero se estima en unos 4 años más o menos de duración y los 20 años como la edad de inicio. Durante estos 4 años se entrenaban para la guerra y se utilizaba a estos reclutas como policía para mantener el orden del imperio. Una vez terminada esta formación militar, el ciudadano se podía licenciar o seguir en el ejército. Si se optaba por la vida civil, permanecía en la reserva hasta la edad de 50 años. Si permanecía en el ejército, solían pasar al cuerpo de caballería. Cabe decir que cada ciudadano tenía que pagarse sus vestimentas y armas durante estos 4 años, así que ya empezamos a ver diferencias en la vestimenta de la tropa en función de su clase social. Las clases altas y nobles no se podían librar de este servicio militar, pero sus riquezas les permitían comprar ropas con mayor decoración, coloreadas con tintes más caros, mejor equipo y sobre todo, caballos. Los reclutas de la nobleza solían alistarse en los cuerpos de caballería, o si no servían de sargentos a los cuerpos de infantería.



El resto de la gente, según su nivel económico podía costearse un escudo tipo hoplón y una lanza, una jabalina, un escudo tipo “pelta” (Taka en persa), un arco, o los más pobres, una honda.
Por lo tanto a efectos de uniformes y colorido, ya podemos adelantar que la caballería persa va a estar formada por las clases sociales superiores y nobleza, gente próxima al Rey. Sus colores van a ser vistosos (púrpuras, rojos, verdes, amarillos) y sus ropas va a estar decoradas (rombos, líneas, estampados) Un aspecto importante es que su tiara (el gorro) suele ser de color amarillo, lo que denota un estatus social elevado. La infantería (kardakes) también se va a diferenciar por el estatus social. Los más pudientes, van a engrosar el cuerpo de lanceros y lo hacen notar con sus ropas coloreadas (rojo sobre todo), armaduras con decoraciones y tiara amarilla (nobleza). A continuación estarían los takabaras (portadores de takas, o escudos tipo pelta), armados con espadas y hachas y con ropas de colores claros y crudos (con o sin adornos), pero la tiara ya es blanca, lo que denota que no son nobles y por tanto un nivel inferior a los lanceros.



A continuación se sitúan los arqueros y por último los honderos, que son el escalafón inferior del ejército, pero a su vez el más numeroso, junto con el cuerpo de arqueros.
Cabe decir que a un persa se le enseñaba desde que era niño a “montar a caballo, disparar un arco y decir la verdad”. Es por esto que casi todas las tropas llevaran un arco como armamento adicional, y no es infrecuente ver imágenes de lanceros o takabaras con un arco colgando a la cintura. Es más, la táctica preferida por los persas era comenzar la batalla con varias andanadas de flechas que debilitaran al enemigo y rematar al contrario con una carga de caballería. Por otro lado, la infantería de élite del ejército persa estaba formada por hoplitas mercenarios griegos. Estas tropas tenían una gran reputación entre los generales persas e incluso confiaban el peso de la batalla a estos mercenarios.


La caballería, por su parte era el cuerpo más importante del ejército persa. formado en su mayoría por nobles y ricos. Con el paso de los años, las tácticas de caballería persas cambiaron bastante. Al inicio se utilizaba a la caballería como una unidad de hostigadores a caballo. Disparaban sus flechas y jabalinas y rehuían el combate directo. Estas tácticas eran típicas de los escitas, partos, panonios y otros pueblos anexionados al Imperio Persa y seguiría vigente en los cuerpos de caballería colonial (de colonos) a lo largo de todo el Imperio Aqueménida. Poco a poco esta táctica varió y se convirtió en una caballería de combate, si bien el cambio fue progresivo. Esta caballería ligera siguió manteniendo sus jabalinas, pero se empiezan a utilizar escudos y armas de cuerpo a cuerpo. Ya no rehuyen el combate directo y sus cargas de caballería eran precedidas por una lluvia de jabalinas. Existía también otro tipo de caballería más pesada, con caballos con armadura frontal y unos pantalones de cota de escama para proteger al jinete y al caballo. Esta caballería es frecuente encontrarla como la guardia del sátrapa en las satrapías del norte, copiando a la caballería pesada escita y de las tribus saka. Al principio, estas caballerías pesadas seguían utilizando las jabalinas como principal arma arrojadiza Posteriormente, y tras el contacto con los Compañeros macedonios, las tácticas de la caballería pesada cambiaron, e incluso en la batalla de Gaugamela se llegaron a equipar con un xyston a imagen y semejanza de los jinetes macedonios.



Los carros falcados persas. En Gaugamela se utilizaron alrededor de 200 carros. Su efecto en las batallas era más psicológico que real, ya que para que una carga de carros falcados sea efectiva debe de ir seguida de una carga de apoyo de otro tipo de tropa para aprovechar los huecos creados, y generalmente, esto no ocurría. Los carros falcados eran típicos de la satrapía de Babilonia, que era conocida como “la tierra de los carros”.
Por último, el máximo escalafón en el ejército lo formaba La guardia del rey. 4000 hombres divididos en 2 unidades de infantería y 2 unidades de caballería. Los 2000 infantes estaban equipados al estilo hoplita griego, con armadura, hoplón y lanza y se denominaban “portadores de la manzana”, porque en la parte posterior de su lanza tenían un contrapeso redondo de color dorado. La caballería era de tipo medio, con los caballos sin armadura y portaban armadura, jabalina, escudo y espada o hacha. Eran la élite de la élite y por lo tanto sus ropas, tanto la caballería como la infantería, están teñidas en color morado, amarillo y rojo. La tiara también es amarilla, denotando su gran estatus.



En los últimos días del Imperio Aqueménidas, se utilizaron levas de ciudadanos para aumentar el número de efectivos del ejército persa. Su solvencia es más que dudosa, y según las fuentes clásicas, se intentaba por todos los medios que estas levas no llegaran al combate, puesto que su huida era más que probable y el efecto psicológico que podía causar en el resto de tropas sería desastroso.
Cada sátrapa tenía su ejército, formado por tropas locales y mercenarios. Cuando se declaraba una guerra, el Rey llamaba a los sátrapas y les hacía venir con su ejército, de ahí la heterogenia de los ejércitos persas, ya que podían aglutinar tropas de todos los confines del Imperio, cada una con su estilo de lucha y su armamento. Sería complicado detallar aquí todos los tipos de tropa que podían actuar en el ejército persa. Normalmente, era el propio Rey el que dirigía a las tropas en la batalla, ya que las revueltas de sátrapas descontentos estaban a al orden del día, y poner en manos de un sátrapa un vasto ejército era muy peligroso y podía propiciar la rebelión. De esta forma, el Rey se rodeaba de sus sátrapas y les recordaba “quién mandaba y quién obedecía”, llevándose también la gloria de la victoria (si se producía).




Uniformes persas.

Hablar de uniformes persas es algo complicado, ya que salvo en contadas unidades, no existía la idea de “tropas vestidas idénticamente”. Sí que podemos hablar de “uniformidad” de las tropas, ya que como he comentado, el origen social de los soldados determinaba la riqueza de los colores y decoraciones de la ropa. Quizá lo más característico de la vestimenta del ejército aqueménida tardío sea la “tiara” o gorro. Consistía en un gorro con tres solapas (dos para tapar la cara a la altura de los carrillos y una tercera para tapar la nuca) cuya punta redonda se doblaba sobre un lateral. Este doblez de la punta era una señal de sumisión real, ya que el Rey era el único que podía llevar la tiara “de punta”. Si un persa se presentaba ante el rey con su tiara levantada, significaba que quería derrocar al actual monarca y presentaba su candidatura al trono. El color amarillo de la tiara se asocia con la nobleza y con estatus social elevado. La tiara del rey es amarilla, la de la guardia real también. El cuerpo de caballería llevaba la tiara amarilla, y el cuerpo de lanceros también la llevaba de este color. Algunas unidades de arqueros también llevaban tiara amarilla, pero se debía a que desempeñaban funciones especiales relacionadas con el rey, como la unidad de arqueros “guardianes del tesoro”, cuya función era proteger el tren de mulas que transportaba el dinero para pagar a los mercenarios y otros gastos durante las campañas de guerra.




El resto de tropas portaba tiaras de color blanco, generalmente, aunque se supone que también serían de otros colores. Incluso hay representaciones artísticas de persas con tiaras adornadas con estampados, aunque se supone que estas tiaras eran para uso civil y no militar. La tiara también servía para identificar unidades, ya que los miembros de la misma unidad utilizaban tiaras iguales. La vestimenta utilizada era el traje MEDO, consistente en unos pantalones, en una camisa o túnica y a veces se añadía una sobretúnica sin mangas. También era característico de los mandos superiores el uso del Kandy, especie de abrigo-capa que colgaba a la espalda, y cuyas mangas sólo se utilizaban cuando pasaba revista el Rey. Destaca sobre todo la variedad de colores del ejército persa. La cantidad de colorante que utilizaban era inmensa, con predilección por el morado y púrpura, el tinte más caro y asociado con la realeza.



El Rey de Reyes se podía permitir pagar inmensas cantidades para conseguir tinte púrpura. El tinte azafrán también era bastante utilizado por nobles, seguido por el rojo y el azul. Sobre los colores: -El rey llevaba tiara amarilla, erguida y con una cinta azul y blanca para sujetarla a la cabeza. Túnica morada con raya blanca o amarilla. Pantalones rojos (algo casi exclusivo del Rey) y zapatos amarillos. El Kandy era morado con detalles en amarillo. Collar de oro y funda de la espada con marfiles y filigranas de oro. -Los sátrapas iban vestidos de forma similar al Rey, aunque con la tiara doblada. -La guardia del sátrapa se caracterizaba por la armadura del caballo de bronce, al igual que las protecciones de las piernas. Túnica roja y casco griego con penacho blanco. -La caballería solía ir vestida con tiara amarilla, y pantalones y túnica de color variable. También se han encontrado pantalones y túnicas estampadas, asociadas a mayor estatus social. Los zapatos solían ser de color amarillo ocre. -La guardia del Rey utilizaba el color púrpura con profusión, independientemente de si eran caballería o infantería (portadores de la manzana), siendo la tiara de color amarillo, al igual que los adornos de la túnica y los zapatos. Takas decorados con simbología persa. Luego, cada tropa colonial iba vestida de la forma en la que se visten los de su tribu o en su región.




La religión del imperio Persa
En tiempos remotos, la región de Irán estuvo habitada por pastores guerreros que rendían culto a los dioses de la fertilidad. Con la llegada de los arios, se introdujeron deidades astrales y elementales como el sol, el trueno, el rayo y la luna. Por entonces, los dioses principales fueron Anahita y Mitra. Pero entre los siglos VII y VI a.C. se produjo una revolución teológico-social que echó las bases de lo que luego fueron las religiones monoteístas. El artífice de esa reforma fue un personaje llamado Zaratustra, por los persas y Zoroastro, por los griegos, respetado y conocido mago cuya doctrina religiosa y moral plasmó en un libro titulado Zend Avesta, es decir, el Libro Sagrado.


El maestro Zaratustra
Esa nueva religión, denominada Mazdeismo, establecía la existencia de un dios verdadero, Ahura-Mazda, al que los griegos llamaron Ormuz, creador del Universo, del que todo hombre justo y bueno formaría parte de su reino. Los malvados, en cambio, serían condenados al infierno, donde reinaba Arimán o Angra-Mainyu, dios del mal., cuya misión era la destrucción de toda la creación. La lucha entre ambos fue lo que rigió la vida de los antiguos persas pese a la certeza de que, al final de los tiempos, sería Aura-Mazda el vencedor. Las enseñanzas mazdeistas guiaban a los hombres por el camino del bien., el respeto a la familia y el amor por el trabajo y el arrepentimiento era la herramienta a través de la cual se salvaba todo aquel que desviaba su camino. Otras virtudes que predicaba el Libro Sagrado eran la caridad, la comprensión, la ayuda al prójimo y la hospitalidad al extranjero, camino seguro al paraíso. Los persas no construyeron templos ni elaboraron imágenes. Su culto era sencillo y se realizaba en modestos altares levantados en las colinas. Proscribe los sacrificios y las ofrendas materiales. Lo que importa es amar la verdad y fortalecer la justicia “ con el pensamiento,las palabras ,la acción y la conciencia”.En el ultimo juicio, Ahura-Mazda tendrá mas en cuenta el bien ejercido sobre la tierra que los hinos cantados ante el altar.



Emblema solar de Ahura Mazda; este bajorelieve de cerámica esmaltada (siglo VI a.C. aprox.) fue econtrado en Susa, actual Irán. Representa el emblema solar de Ahura Mazda, sobre dos esfinges aladas que montan guardia.


Simbolo de dios Ahura Mazda

El principio del mal Arhiman


El principio del bien y del mal
En la mitología dual del Zoroatrismo (o Mazdeísmo), existe una oposición entre los hermanos gemelos Ahura Mazda (que vive bajo la luz) y Ahriman (que vive en la oscuridad). Los gemelos son hijos del dios Zurvan, "Tiempo", el último ser que existió en el vacío original. Cuando llegó el momento en que debían nacer los hermanos gemelos, Zurvan le prometió a su primogénito que habría de gobernar el mundo. Ahura Mazda, a quien se le otrogó el don de conocer el futuro, le dijo esto a su hermano. Entonces Ahriman, con el propósito de salir primero, mintió diciéndole a su padre: "Soy Ahura Mazda, tu hijo". Pero Zurvan no se dejó engañar y respondión: Mi hijo es luz y aroma, pero tu eres oscuridad y hedor.. Entonces Zurvan comenzó a llorar. Ahura Mazda (Ormuz) es el sabio cuyo conocimiento no pose limites: creo el sol, la luna y las estrellas. Dio el ser a la Buena Mente, que opera dentro del hombre y de toda la creación. Ahirman (también llamado Angra Mainya, que significa "Espíritu destructivo") creó a los demonios y lanzó un ataque contra Ahura Mazda, quien consigue no obstante, rechazarle hasta la oscuridad diciéndole: "Ni nuestros pensamientos, ni nuestras enseñanzas, ni nuestros planes, ni nuestras creencias, ni nuestras palabras, ni nuestras almas, están de acuerdo." Entonces Ahura Mazda creó a Gaymorat, primer hombre y primer sacerdote del fuego. Pero Ahirman renovó su ataque y travesó el cielo en forma de fuego abrasador y con él trajo el hambre y la enfermedad, el dolor, el deseo y la muerte. Luego Ahura Mazda puso un límite al tiempo, atrapando a Ahirman dentro de la creación. Ahriman trató de escapar de la creación, pero no pudo. Por esa razón, permanecerá haciendo el mal hasta el final del tiempo. Ahirman es la personificación de la duda de Zurvan y corrompe el mundo para crear el pecado y el mal. Corrompe todo lo que toca y se regocija por ello: Emblema solar de Ahura Mazda; este bajorelieve de cerámica esmaltada (siglo VI a.C. aprox.) fue econtrado en Susa, actual Irán. Representa el emblema solar de Ahura Mazda, sobre dos esfinges aladas que montan guardia. En la mitología dual del Zoroatrismo (o Mazdeísmo), existe una oposición entre los hermanos gemelos Ahura Mazda (que vive bajo la luz) y Ahriman (que vive en la oscuridad). Los gemelos son hijos del dios Zurvan, "Tiempo", el último ser que existió en el vacío original. Cuando llegó el momento en que debían nacer los hermanos gemelos, Zurvan le prometió a su primogénito que habría de gobernar el mundo. Ahura Mazda, a quien se le otrogó el don de conocer el futuro, le dijo esto a su hermano. Entonces Ahriman, con el propósito de salir primero, mintió diciéndole a su padre: "Soy Ahura Mazda, tu hijo". Pero Zurvan no se dejó engañar y respondión: Mi hijo es luz y aroma, pero tu eres oscuridad y hedor.. Entonces Zurvan comenzó a llorar. Ahura Mazda (Ormuz) es el sabio cuyo conocimiento no pose limites: creo el sol, la luna y las estrellas. Dio el ser a la Buena Mente, que opera dentro del hombre y de toda la creación. Ahirman (también llamado Angra Mainya, que significa "Espíritu destructivo") creó a los demonios y lanzó un ataque contra Ahura Mazda, quien consigue no obstante, rechazarle hasta la oscuridad diciéndole: "Ni nuestros pensamientos, ni nuestras enseñanzas, ni nuestros planes, ni nuestras creencias, ni nuestras palabras, ni nuestras almas, están de acuerdo." Entonces Ahura Mazda creó a Gaymorat, primer hombre y primer sacerdote del fuego. Pero Ahirman renovó su ataque y travesó el cielo en forma de fuego abrasador y con él trajo el hambre y la enfermedad, el dolor, el deseo y la muerte. Luego Ahura Mazda puso un límite al tiempo, atrapando a Ahirman dentro de la creación. Ahriman trató de escapar de la creación, pero no pudo. Por esa razón, permanecerá haciendo el mal hasta el final del tiempo. Ahirman es la personificación de la duda de Zurvan y corrompe el mundo para crear el pecado y el mal. Corrompe todo lo que toca y se regocija por ello: "Mi victoria será perfecta. He ensuciado el mundo con inmundicia y oscuridad, y lo he hecho mi fortaleza. He secado la tierra, para que mueran las plantas y en envenenado a Gayomart, para que muera" (Mitología Idoneos)






Persépolis la gran capital

Así como los intereses de Darío I eran tan amplios como los caminos, que llegaban hasta cada rincón de su imperio, su lealtad era para su amada Persia austral.
Fue allí donde decidió dejar su monumento más grande, la ciudad que Darío y su pueblo llamaron Persia , que también era el nombre de su país .Conocida en la actualidad como Persépolis está ubicada a unos 67 kilómetros al sudoeste de Pasarganda, construida con alteridad por Ciro.








El trabajo comenzó en el año 509 a.C. y continúo durante los reinados de los dos sucesores de Darío. Luego hubo una pausa de unos 100 años en los esfuerzos de construcción, pero ésta se reanudo a mediados del siglo IV a.C. En todo ese periodo, Persépolis fue el corazón del imperio más poderoso del mundo y repositorio de gran parte de la riqueza. En el 330 a.C. el gran palacio de la ciudad fue quemado hasta sus cimientos por Alejandro Magno, quien con el tiempo conquisto a los persas, y nunca más se ocupó.
Los que quedo fue una impresionante ruina emplazada en una plataforma de roca natural que se eleva unos 15 metros por encima de la meseta circundante y se apoya contra la desnuda ladera de la colina .Visibles desde la distancia, las 13 columnas, de 19 metros de alto, que aun permanecen
De pie ayudaron a soportar el techo de la Apadana, o sala de audiencias, un edificio de casi 12.000 metros cuadrados, reservado para el ceremonial. Una monumental escalera de piedra, decorada con estatuas en relieve, siguió sobresaliendo de la terraza cubierta de escombros durante edades posteriores, testimonio de la antigua grandeza de la ciudad.



Mientras los arqueólogos despejaban las cenizas y escombros de la Terraza de Persépolis, la elevada plataforma de piedra sobre la que se erigió la ciudadela, hicieron un hallazgo espectacular. Una de las vistas más majestuosas de Persépolis era una enorme escalera ceremonial. Que aun se mantenía tras 2.500 años .Conducía a la entrada norte de la Apadana y estaba adornada con es culturas en relieve de súbditos que portaban tributos. Sin embargo, se hallaba muy erosionada, y los propios relieves habían sido saqueados por generaciones de cazadores de recuerdos y vándalos.






Bajorelieve donde Darío I acuchilla un léon simbolo del mal.


León en envistiendo a un toro

Detalle de una puerta del palacio de Persépolis con un bajorelieve que representa al rey Darío I acompañado por dos servidores uno de los cuales lleva un quita sol.(Hadish)



Palacio de Darío I



Entronado en Persépolis, la magnífica ciudad que el construyó, Darío I aferra con firmeza el cetro real en la mano derecha. En la izquierda sostiene una flor de loto con dos brotes símbolo de realiza.

Puerta del Palacio de Darío en Persépolis.

Relieve sobre una escalinata del palacio de Darío I en Persépolis, sirvientes llevando platos y animales jovenes.
Entonces ,al quitar la tierra acumulada contra la fachada este del edificio, el arqueólogo alemán Hezfeld y sus excavadores descubrieron otra escalera gigantesca, fiel reflejo de la primera . La única diferencia era que la tierra circundante había mantenido los relieves en condición prístina, casi como los dejaran hace 2400 años atrás.
Las tallas de las grandes escaleras conforman la mayor galería que sobrevive del arte aqueménida. El mundo que reflejan es definitivamente masculino: de más de 3.000 figuras representadas, ni una sola es femenina, con la excepción de una leona atada que entrega un representante de la provincia de Elam. El mensaje implícito en todas las procesiones de cortesanos con barba y de vasallos que portan su tributo desde tierras remotas es igual de inmutable.



Darío era un hombre que disfrutaba y alardeaba de sus triunfos ..Cobro vida un imperio como el que nunca antes habia visto el mundo, con pueblos vasallos tan sitantes como los de Egipto y la India,que viajavan a su capital Persépolis a rendisrle pleitesia.
Una inscripcion reza: "Goberné sobre ellos" en su tumba reza "Me traían tributo; lo que les decia, lo hacian.
En Persépolis, Darío I encargó una serie de relieves tallados en piedra que se extendian imponentemente a lo largo de las escaleras de la Apadana, o sala de audiencias, los relieves muestran a diferentes pueblos que formaban parte del imperio,cada pueblo identificado con su atuendo nativo.Los tributarios, que conducen animales oriundos de sus tierras, en cadencia relevante y grandiosa por tan valiosas materias primas indigenas, rollos de hilo, oro en polvo, marfil y varios objetos presiosos, como ánforas y brazaletes exquisitamente labrados. La exposición a los diversos estilos y gustos del reino iba a influir muy profundamente en los artistas persas.


Medos (Apadana, escalera este Persépolis)




Elamitas




Armenios




Partos



Babilonios




Lidia




Bactria


Ghandara





Escitas




Capadocia





Jonia




India




Arachosia (actual afganistán)




Asiria



Tumba de Darío el grande Naqsh-e Rostam

La sucesión de Darío el grande
Según Heródoto Darío se aprestó enseguida a preparar una nueva expedición contra Grecia, que dirigiría personalmente, pero fue interumpida por una insurrección en Egipto en 486. Mientras se preparaba para intervenir, le sobrevino una enfermedad y murió en noviembre del mismo año. Fue inhumado en una tumba rupestre, que hizo construir en vida, en Naqsh-e Rostam. Le sucedió su hijo Jerjes I a la cabeza del Imperio.


Jerjes I



Camino hacia Grecia

El nuevo rey Jerjes I, se afanó por las obras de su predecesor, proclamando:”Lo que mi padre ha construido, yo protegí, y añadí otros edificios”. Sin embargo Jerjes I al tratar con sus estados vasallos ,demostraría se menos propenso a fomentar la herencia paterna.Tras subir al trono en paz aproximadamente a la edad de 35 años ,al morir su padre en el 486 a.C., en el acto se vio enfrentado con revueltas importantes ,primero en Egipto y luego en Babilonia. Al las, demostró poseer toda la energía implacable de su padre, pero mucha menos magnanimidad en la victoria que otrora fuera uno de los rasgos más atractivos de Darío. Egipto por ejemplo, y según Heródoto, se vio reducida a una condición de peor servidumbre que la que jamás tuviera en el reino anterior.



Ademas, parece que Jerjes fue menos tolerante que su padre en cuestiones religiosas, aseverando una inscripción de Persépolis que había destruido los santuarios de los dioses falsos.
Una vez aplacadas las revueltas Jerjes centro su atención en un asunto inconcluso que había dejado Darío años atrás en Maratón, el de castigar a los griegos entonces el nuevo rey del mundo se dispuso a cumplir el sueño de su padre la conquista de Grecia y la puerta hacia occidente, el rey comenzó a formar una gran ejercito con tropas de todos los confines del imperio, él estaba determinado a conquistar Atenas.



“si aplastamos a los atenienses extenderemos Persia hasta que sus fronteras sean el mismo cielo de dios” sin embarcaciones suficientes para trasportar todas sus tropas tuvo que movilizarse por tierra, pero la flota persa seguía de cerca. De Persépolis viajo a Susa y luego a Sardes igual que su padre Jerjes planeaba invadir a Grecia desde el norte pero primero tenía que convertir la tierra en mar construyó un canal atreves del Monte Athos para que las naves persas puedan evitar las tormentas que hicieron naufragar los sueños de su padre, para movilizar su ejército Jerjes ahora tenía que convertir el mar en tierra cientos de embarcaciones fueron atadas lado a lado para formar un puente flotante espectacular , pero violentas tormenta s de verano golpearon el puente y con el tiempo lo hicieron pedazos cuando Jerjes escucho las noticias ordeno a sus hombres que azotaran al mar 300 veces y gritaran: “Jerjes el rey te cruzará gustete o no” una vez reconstruido el puente Jerjes lidero a sus hombres de Asia a Europa: “deseó que actúen con valentía si conquistamos a esos griegos nadie en el mundo se atreverá a enfrentarse a nuestras armas”, le tomó dos días cruzar el puente flotante con su enorme ejercito una vez en Europa se volvieron hacia Atenas y hacia su destino.


Flagelación del Helesponto


La batalla de las termópilas
Hacia el año 480 a.C las tropas persas se encontraban a cerca de Atenas muchas ciudades ya se habían rendido ante su paso pero el objetivo del rey era Atenas, como respuesta a la invasión, el general ateniense Temístocles propuso que los aliados griegos bloquearan el avance del ejército persa en el paso de las Termópilas, a la vez que bloqueaban el avance de la armada persa en los estrechos de Artemisio. En el verano del 480 a.C el ejército griego aliado estaba formado de 7.000 hombres entre ellos se encontraba el rey espartano Leónidas y 300 de sus mejores soldados hoplitas.
El rey Jerjes I coloco su enorme ejército en el terreno llano de la entrada del paso y espero cuatro días creyendo que los guerreros griegos se rendirían al ver tan enorme ejercito al quinto día su paciencia se agoto y gritó; ¡ entreguen sus armas! y rey Leónidas respondió ¡ven por ellas! Molon labe en griego, la batalla había comenzado, los espartanos eran una elite de guerreros nacidos para combatir desde muy temprana edad, Jerjes había ordenado colocar su trono en el alto de una colina para observar la contienda sus arqueros comenzaron a disparar contra los griegos miles de flechas cayeron sobre ellos, desde su posición estratégica los griegos solo podían ver a unos cuantos miles pero esa era una sola parte del gran ejercito de Jerjes que se comenzaba a mover hacia los guerreros griegos para sacarlos del camino.



Los persas comenzaron a avanzar y penetraron en el desfiladero. Quietos, formados en falange los griegos esperaban, los persas se lanzaron a la carga; cuando ya estaban muy cerca, la falange griega se puso en marcha. El choque fue terrible, los persas se lanzaban a cientos sobre la muralla humana formada por los griegos, en cuyas lanzas se ensartaban.
Los guerreros espartanos esperaban su turno en la retaguardia junto con otros griegos.
Cuando los griegos comenzaron a cansarse llego el turno de la falange espartana la elite de los griegos, los persas pronto se dieron cuenta que su vasta ventaja numérica en realidad no era tal, las armaduras griegas y sus largas lanzas resultaron ser muy eficaces contra las ligeras armaduras y lanzas cortas de los guerreros persas, Jerjes estaba decidido a destruir la falange de los espartanos entonces mando a su guardia personal unos 10.000 guerreros de elite llamados “los inmortales”.



Pero fila tras fila de estos guerreros persas eran aniquilados por la formación espartana de lanzas y escudos de bronce.
El valor y el ímpetu desplegado por los inmortales fue digno de ser recordado. Los espartanos sufrieron algunas bajas, pero su falange no se deshizo. Los persas trataron de hallar cualquier resquicio para romper las líneas griegas, pero no lo había.
Sentado en su trono Jerjes se revolvía ante lo que estaba presenciando, los espartanos estaban literalmente masacrando a sus tropas.
Al caer la tarde los persas se replegaron dejando gran cantidad de muertos sobre el terreno.



Con el crepúsculo cesó la batalla. Jerjes se revolvía inquieto, ni él ni sus generales sabían cómo vencer la resistencia de los griegos. Además, para empeorar las cosas, su flota había combatido con la de los griegos en las cercanías del cabo Artemisón sin conseguir derrotarla, por lo que no había manera de flanquear las Termópilas por mar.






Leónidas I y Jerses I

Fue en este punto crucial que los persas recibieron ayuda de una fuente inesperada, un griego llamado Efialtes guio a los persas por un camino secreto detrás de la montaña kalidromos, gracias a la traición de Efialtes los guerreros inmortales flanquearon a los espartanos por la retaguardia, y y así se prepararon para la última batalla, Leónidas en rey espartano dejo ir a los demás griegos para no tener bajas innecesarias, quedaron solo 300 espartanos para luchar entonces los persas lanzaron una lluvia de flechas sobre los espartanos el rey Leónidas dijo sus últimas palabras “Desayunen, bien pues esta noche cenaremos en el infierno” mientras el sol se elevaba entre las colinas los espartanos y sus pocos aliados restantes estaban bajo ataque desde el frente y la retaguardia sin embargo lucharon valientemente arrojándose con furiosa desesperación al sangriento campo de batalla, cuando el rey Leónidas sufrió una herida mortal los espartanos lucharon salvajemente por la posesión del cuerpo y lograron arrástralo hacia un lado.



Finalmente el alrededor del medio día 20 de agosto de año 480 a.C, los espartanos desesperadamente se resistieron por última vez, entonces los persas dispararon una lluvia de flechas contra los que quedaban aniquilándolos finalmente. Las bajas persas eran alarmantes estimadas en 20.000 hombres con la victoria a su alcance Jerjes inspeccionó el campo de batalla y encontro el cuerpo del rey Leónidas oculto,el rey ordenó que fuese decapitado y su cabeza empalada, fue un gesto barbárico con la intención de probar que estos guerreros espartanos no eran más que mortales pero las fuerzas persas no estaba convencidas sabían que la guerra recién comenzaba y que de seguro había más espartanos esperando.
Temístocles militar y estadista griego tuvo que desalojar Atenas después de la derrota en la batalla de las Termópilas.

Estando la inmensa flota persa ya muy cerca de isla de Salamina, los griegos asustados decidieron volver a reunir el Consejo, la mayoría opinaba que era mejor retirarse a Corinto, Temístocles viendo que no había forma de convencerlos, mandó a un hombre de su confianza a entrevistarse con Jerjes, este le llevó el siguiente mensaje: ”El jefe de los atenienses les hace saber que está de acuerdo en someterse al gran rey, pero les advierte que los griegos se disponen a huir, no les dejes escapar”. Jerjes apuró el paso de su flota. En tanto en Salamina se seguía discutiendo, y en determinado momento entró Arístides que llegaba de Egina diciéndole a Temístocles “Dejemos nuestras querellas para otra ocasión, y por el momento luchemos todos juntos contra nuestro verdadero enemigo”.
Luego informó que los persas habían cerrado la bahía de Salamina con su flota, los persas habian mordido el anzuelo de Temístocles que supuso que los persas estaban cansados de remar toda la noche, finalmente era la hora de los trirremes
para el amanecer, los griegos y los persas estaban unos frente a otros. Sonaron las trompetas griegas, y se remaban los barcos al compás, la flota se movía, en determinado momento una galera griega chocó a un barco por el costado, abriéndole una brecha, luego la batalla se generalizó, los persas peleaban en desorden sin dirección ni orden, se hallaban tan amontonados entre ellos que incluso se chocaban, Jerjes observaba todo los movimientos de la batalla en su trono de mármol y plata, desde lo alto de una colina.







Busto de Temístocles

La reina persa Artemisia lideró cinco naves en la Batalla de Salamina, algo que causó gran perplejidad a los griegos la unica capitana mujer de la contienda. Artemisia desempeñó un papel relevante en la Batalla de Salamina. Aconsejó a Jerjes I que no librase una batalla naval contra los griegos, sino que, una vez fuese tomada Atenas, prosiguiese su avance hacia el Peloponeso con el ejército de tierra. La amenaza de que los navíos persas pudiesen desembarcar al sur del istmo de Corinto forzaría a los contingentes de las ciudades peloponesias a dispersarse y proteger sus territorios. Su nave fue acosada por un trirreme ateniense y no tenía posibilidad de escapar porque varias naves persas erróneamente le cerraban el paso. Embistió un navío de la flota de Jerjes y lo hundió, de modo que la embarcación griega creyese que era aliada, y dejase de perseguirla. Escapó hacia las líneas persas, donde, según Heródoto, Jerjes dijo: "¡Mis hombres (los persas) se han convertido en mujeres y mis mujeres (Artemisia) en hombres!" Heródoto tenía una buena opinión de ella, a pesar de su apoyo a Persia en la contienda.






Luego de varias horas de lucha, los atenienses ponen en fuga a los barcos fenicios, atacaron entonces a los jonios pero estos al retroceder chocaron contra otros barcos persas que se adelantaban, los persas caían al agua y morían golpeados a remazos, la mayoría perecieron ahogados, el poeta Esquilo que tomó parte en la batalla dijo “Los persas eran muertos a golpes como atunes cogidos en una red”. Al día siguiente los persas se retiraron, Jerjes dejó a su primo Mardonio al mando de las mejores tropas, unos 300.000 infantes, llevándose el resto. En el camino dicen que buena parte del ejército de Jerjes murió de hambre, sed y enfermedades. Mardonio pasó el invierno en la Tesalia donde reclutó a griegos del Norte. En primavera volvió a Atenas donde los habitantes otra vez abandonaron la ciudad refugiándose en Salamina, se pidió ayuda a Esparta, y estos enviaron un ejército de 40.000 hombres. Finalmente en agosto del año 479 a.C. la llanura de Platea fue el escenario de la contundente victoria griega sobre los persas. La infantería persa no fue rival para la infantería pesada griega, especialmente la de Esparta. A esta ciudad pertenecía Pausanias, jefe supremo de las tropas de más de 20 estados griegos que allí se jugaron, y ganaron, el destino de la Hélade. Durante veinte años se había cernido la amenaza persa sobre Grecia, desde que, tras aplastar la revuelta de las ciudades jonias Jerjes abandonó Grecia pero Mardonio, que dirigía las fuerzas terrestres, permaneció allí con un enorme contingente, cultivando las relaciones con diversas ciudades-estado griegas. Por fin, los aliados decidieron presentar batalla, y Mardonio fue vencido y muerto en Platea (479 a.C.). Así, las guerras médicas se saldaron con dos grandes triunfos de los griegos sobre los persas. Los griegos, cuya infantería era muy superior a la de los persas, evitaron el enfrentamiento por mar e intentaron que los persas presentaran batalla en campo abierto. En la llanura de Platea se congregó el mayor ejército de hoplitas jamás reunidos hasta entonces. Los griegos, sabiéndose superiores en campo abierto, lograron provocar una batalla tras cambiar de posición hasta dos veces. La victoria de Platea, debida sobre todo al valor de los espartanos, alejó definitivamente de la Grecia continental el peligro persa.



Todos estos acontecimientos se entretejieron en la leyenda nacional helena, y con posterioridad han encontrado un sitio permanente en la memoria de Occidente. La derrota persa le asesto un serio golpe al prestigio aqueménida, aun cuando el imperio permanecería en su mayor parte intacto durante un largo futuro. Tras ella parece que Jerjes I se retiro de los asuntos militares para concentrarse en las construcciones de Persépolis. Catorce años después fue asesinado en un golpe de palacio, quizás un signo del enraizado malestar del sistema persa aqueménida que en años venideros se haría cada vez más evidente. Según Ctesias, los ministros asesinos de Jerjes I acusaron al hijo mayor de del rey, y convencieron a uno de sus hermanos de matarlo. El fratricida entonces subió al trono como Artajerjes II. No obstante, pronto descubrió la verdad cuando el mismo ministro quiso matarlo a él, escapando con una herida, pudo vengar a su padre, en esa ocasión con los asesinos reales. Después de su dramático comienzo, el reinado de Artajerjes II fue relativamente tranquilo, en especial tras el año 449 a.C. cuando estableció la paz con los griegos. Fue en su reinado cuando Heródoto pudo viajar con libertad por toda la religión, acopiando información para su historia. Artejerjes II murió en el 425 a.C. Su hijo y sucesor, Jerjes II, apenas duró 45 días en el puesto antes que su hermanastro lo asesinara en la cama. El usurpador mantuvo el trono un imperio breve de tiempo antes de que, a su vez, lo asesinará el tercer hijo de Artajerjes I, quien asumió el trono bajo el nombre de Darío II.



Eta sucesión de reyes fugaces parece haber tenido un efecto muy perturbados en un imperio aqueménida que esencialmente se mantenía unido por el poder y el carisma del hombre que lo dirigía. Quizá como consecuencia de ellos el reinado de Darío II fie una época de disturbios casi continuos, con rebeliones en Media y Egipto. En el 404 a.C. a Darío II los sucedió Artajerjes II, quién mantuvo el trono por 46 años. La fortuna del imperio revivió temporalmente en el 358 a.C. con el sucesor de Artajerjes, Artajerjes III. El nuevo rey evito los desafíos mediante el simple recurso de matar a todos los rivales potenciales. Con la misma implacabilidad, empleo a mercenarios griegos para acallar los renovados disturbios en Fenicia y Siria, luego se dedico a recuperar el control de Egipto, castigándola por su anterior deslealtad con el saqueo de sus altares y la demolición de defensas de las ciudades. Uno de los generales a los que Artajerjes III puso al mando de la campaña egipcia fue eunuco Bagoas. Resulto ser un nombramiento desgraciado. Al regresar de las guerras alrededor del 338 a.C. el comandante centro sus atención hostil en la misma casa real, y enveneno al monarca y a todos menos a uno de sus hijos .Entonces instalo al superviviente, Arses, como gobernante marioneta. Cuando dos años después, en el 336 a.C., Arses comenzó a mostrar señales de independencia, Bagoas se deshizo de él y de sus descendientes de forma similar. Por ese entonces el eunuco ya había aniquilado a toda la línea directa de sucesión, y así al trono un sobrino nieto de Artajerjes II, coronado como Darío III. Este hombre joven, sería el último de los reyes del otrora poderoso imperio persa, inicio con inteligencia su reinado obligando a Bagoas a beber uno de sus propios brebajes venenosos.
En el momento de la ascensión de Darío III en imperio vivía sus últimos días. El trabajo de restauración de sus predecesores en su mayor parte había sido destruido. Egipto y otras muchas provincias comenzaron a sublevarse. Con el tiempo tal vez el gobernante hubiera podido restaurar algo del orden, pero jamás tendría esa oportunidad ni el tiempo. Finalmente había surgido un enemigo en el horizonte de Persia un nuevo enemigo de un tipo que el imperio jamás había conocido antes en la forma de un joven hombre llamado Alejandro de Macedonia, cuyos ojos estaban clavados en la tambaleante potencia del este. En el año 334 a.C. este joven rey griego de 22 años se propuso la invasión de Medio Oriente al mando de un poderoso ejército. En el rio Gránico tuvo lugar la primera batalla contra Alejandro llamada la batalla de Gránico. En el año 334 a.C., Alejandro cruzó el Helesponto su intención era liberar del yugo persa a las ciudades griegas de la costa jonia, primer paso para asegurar el litoral mediterráneo, requisito imprescindible si quería adentrarse en el Imperio persa. Alejandro estuvo a punto de morir en esa cruenta batalla.


Rostro de Alejandro Magno


Grabado que mustra la batalla de Gránico

La batalla se llevo adelante en las riberas del río Gránico. Allí se encontraba Memnón de Rodas un mercenario al frente de una unidad montada de caballería griega que luchaba para los persas.
El método típico de combate de Alejandro se centraba alrededor de sus expertas y bien entrenadas unidades de falangistas, flanqueadas por la movilidad de su caballería de Compañeros y tesalia. En este caso, su plan parecía difícilmente realizable, dado que debía cruzar el río Gránico para enfrentarse al enemigo. Pero de cualquier modo, Alejandro se lanzó al combate, liderando la caballería de su flanco derecho a través del río, dispuesto a golpear el flanco persa.
Mientras la caballería de Alejandro cruzaba la corriente, la infantería pesada persa infligió algunas pérdidas a la falange macedonia. Sin embargo, las unidades enviadas a interceptar el ala de Alejandro fueron derrotadas fácilmente, y su ataque súbito desde el flanco dio una ventaja fundamental al macedonio.
La batalla se aceleró mientras Alejandro, avanzando para destrozar el flanco izquierdo persa, luchó mano a mano con dos líderes persas y acabó con sus vidas. Su oficial, Clito el Negro, intervino para acabar con la vida de un tercero. Mientras, la falange central ya había cruzado el río y presionaba a sus enemigos, con ayuda renovada de la caballería en ambos flancos. La organización del ejército persa pronto se rompió, y los pocos focos de resistencia que quedaban fueron rápidamente rodeados y eliminados, asegurando así la primera gran victoria de Alejandro sobre los persas.



Uno de los comandantes persas era de origen griego llamado Memnón de Rodas y tuvo que replegarse hacia el sur, encontrando entonces refugio en la ciudad de Mileto, punto de concentración ahora de las fuerzas persas en retirada. En cuanto Alejandro pudo, avanzo sobre el puerto jonio poniendo sitio a la metrópoli. Para entonces la flota persa ya se encontraba en el Egeo, sin embargo, eso no evito que la ciudad, poco después, fuese abandonada a los macedonios ante la imposibilidad de su defensa. Los oficiales más relevantes pudieron abandonar la población antes de la caída de la misma, retirándose entonces a la más defendible Halicarnaso, en donde se llegaron a reunir un número importante de fuerzas persas.Durante el llamado asedio de Halicarnaso los asaltos macedonios y las no menos osadas salidas de los sitiados hicieron de esta una batalla realmente singular. Alejandro no lo tuvo nada fácil e incluso rondo algunas veces el desastre, como cuando los más esforzados soldados de Memnón de Rodas , unos dos mil, realizaron una salida contra las menos preparadas y numerosas fuerzas de Alejandro en un sector, en donde, además, se encontraba el propio rey. El ataque de los mercenarios se llevo adelante con éxito hasta el punto en que solo un resuelto contraataque de los veteranos macedonios pudo inclinar la balanza en favor de las fuerzas del rey. Fue este último combate el que decidió por fin, según nos da a entender Diodoro, que el aliado de Persia Memnón resolviese abandonar un asedio, ya demasiado costoso, teniendo en cuenta que encerrados en la ciudad el ejército y la flota persa debían dejar de lado otras alternativas estratégicas mucho más constructivas que esta de retener unos días, más o menos, a las fuerzas de Alejandro ante la ciudad.


Alejandro Magno y Darío III



Esa misma noche el grueso de las fuerzas de Memnón, con él a la cabeza, abandonaron la ciudad, dejando tan sólo una fuerte guarnición en la Isla Real. Alejandro comienza su ofensiva hacia Siria, con el propósito de neutralizar la peligrosa flota persa capturando sus puertos. Mientras tanto el rey Darío III formaba un gran ejército en Babilonia, si Darío conseguía alcanzar el Golfo de Issos, podía utilizar el apoyo de la flota persa al mando de Farnabazo III, que aún operaba en el Mediterráneo, facilitando su suministro y probablemente desembarcando tropas en su retaguardia. De este modo, el macedonio dejó su ejército principal en Tarso, pero encargó a Parmenio tomar la costa alrededor de Issos. Darío III, sabedor de que las tropas de Parmenio defendían el paso, eligió una ruta más septentrional. Los persas capturaron Issos sin oposición y asesinaron a todos los heridos que había dejado atrás Alejandro. El rey persa se encontró con que su ejército se había situado tras los macedonios, cortando sus líneas de suministro. Avanzó entonces hacia el sur, llegando hasta el río Pinaro antes de que sus espías le informaran de que habían localizado a Alejandro marchando hacia el norte. Formó pues a sus tropas en línea de batalla en la estrecha llanura junto a la costa.



El ejército persa superaba en número al macedonio pero la situación del ejército persa, en un estrecho llano entre las montañas y el mar, impedía a Darío sacar ventaja de las grandes masas de infantería. Alejandro envió a algunas unidades de su caballería de Compañeros desde el centro al flanco derecho. Su carga súbita, cruzando el río, funcionó demasiado bien: el flanco derecho atacó, abandonando su posición original, mientras el centro pasaba a la defensiva. Esto abrió momentáneamente una brecha en la línea de combate macedónica. De haber explotado esta ventaja, Darío podría haber empujado al ejército macedonio hacia el mar. Alejandro, sin embargo, en lugar de retirarse para cubrir el hueco entre la caballería y las falanges, desvió a sus Compañeros sobre el flanco izquierdo persa, creando confusión en las filas enemigas y rompiendo su cohesión. Mientras el Gran Rey intentaba en vano maniobrar su ejército para enfrentarse a la nueva amenaza, la falange e infantería pesada de Alejandro cargaron en el centro, acabando con el poco orden que existía en el ejército persa. Hasta el momento, los persas habían resistido en su flanco derecho (infligiendo serias pérdidas al flanco izquierdo de la caballería Tesalia de Alejandro en el proceso), pero se hundieron al ver huir al resto del ejército.


Escena de un batalla procedente del llamado sarcofago de Alejandro de la ciudad de Tiro.

Darío viró su carro cuando vio caer el ala izquierda, huyendo del campo de batalla. Cuando el suelo se hizo demasiado inestable para su carro, finalmente lo abandonó junto a todo su equipo y siguió cabalgando a lomos de uno de los caballos. Cuando los persas vieron huyendo al rey Darío III, abandonaron definitivamente sus posiciones en desbandada. La caballería macedonia persiguió a los persas hasta que se ocultó el sol. Lo que siguió fue una masacre.
Tras esta victoria, Alejandro avanzó por la costa mediterránea asegurando su retaguardia; tomó, tras un asedio, la ciudad de Tiro (332 a.C.), y llegó hasta Egipto. Recibido como un libertador, fue divinizado y fundó la famosa ciudad de Alejandría en el delta del Nilo. En la primavera de 331 a. C., Alejandro dejó Egipto regresando a Tiro donde estaba su flota. De allí se dirigió a Antioquía, cruzando el valle del río Orontes, y llegó al Eúfrates a la altura de Tapsaco, donde fundó la ciudad de Niceforio para que fuera una plaza fuerte y depósito de los suministros del ejército. Darío, tras su derrota en Issos reclutó un nuevo ejército. Desde Babilonia avanzó hacia el norte, pasó a la orilla izquierda del Tigris y continuó hacia Arbelas, donde estableció su aprovisionamiento y su harén. Luego dirigió el ejército a Gaugamela, lugar que tenía una amplia llanura que favorecería el movimiento de sus numerosas tropas montadas. Incluso procedió a nivelar el terreno y eliminar los obstáculos, convirtiendo Gaugamela en un inmenso campo de maniobras apto para que se desplazaran sus carros. Las tropas de Darío III formaban una larga línea, su ala izquierda al mando de Bessos estaba formada por las tropas bactrianas, daeas, persas, escitas y cadusianas. Tenían 100 carros con guadañas. En el ala derecha, al mando de Maceo, se hallaban las tropas sirias, mesopotamias, medas, partas, sucianas, tibarianas, hircanias, albanias y sacesanias. En el centro estaba el rey Darío con las tropas persas propiamente dichas, que se distinguían del resto por llevar lanzas con manzanas doradas en la empuñadura, los indios y los carios. Detrás de ellos, en formación cerrada, se encontraban los uxianos, babilonios, las tribus del mar Rojo y los sitacenios. Delante del escuadrón real había 15 elefantes indios y 50 carros con guadañas. Macedonios: El ejército sumaba 7.000 jinetes y 40.000 infantes.


Ejército macedonio de Alejandro

La caballería pesada de élite de Alejandro eran los Hetairoi (Compañeros) y estaba formada por la nobleza macedonia, que acompañaba a Alejandro en esta batalla y fueron el factor decisivo en la batalla. El resto de la caballería se dividía en jinetes tesalios (pesados), caballería tracia (ligera) y algunos jinetes griegos. La infantería de Alejandro se dividía en pesada, la falange y los hipaspistas (cuerpo especializado que cubría los huecos de la poco flexible falange) y la infantería ligera, tracios, agrianos (estos últimos lanzadores de jabalinas que destrozaron a los carros en esta batalla) y hoplitas griegos que intervinieron para cubrir la retaguardia de la falange. El ejército se dividió en dos partes: El ala derecha estaba bajo el mando directo de Alejandro e integrada por la caballería de los “compañeros” y la caballería ligera de los macedonios. La caballería mercenaria fue dividida en dos grupos: los veteranos en el flanco derecho y el resto se colocó al frente de los arqueros agrianos y macedonios, que se ubicaban al lado de la falange que iba al centro reforzada con otra formación a retaguardia para que, en el caso de que fueran rodeados, pudieran dar media vuelta y enfrentarse al enemigo desde la dirección contraria. El flanco izquierdo estaba al mando de Parmenio, con los jinetes de Farsalia, los mercenarios griegos y las unidades de caballería tracia.


Famoso mosaico encontrado en pompeya que muestra Alejandro Magno y Darío III, durante la batalla de Issos.

La novedad de la formación macedonia fue la colocación de una reserva tras la primera línea. Consistía en dos columnas volantes, una detrás de cada ala. Estaban colocadas formando ángulo con el frente, a fin de coger de flanco al enemigo si éste intentaba rodear las alas. Si no se daba dicho caso, se replegarían hacia el centro para reforzar el frente.
Alejandro dispuso su ejército de modo que diera frente a todas partes, formaba un gran rectángulo que podía enfrentarse a ataques provenientes desde cualquier lugar. Esta disposición fue la que le hizo obtener la victoria, pues intuyó los movimientos que haría el adversario y se preparó para enfrentarlos y contrarrestarlos.




Tallado en marfil que muestra al rey persa Darío III huyendo del combate.

Alejandro se movió oblicuamente hacia el ala izquierda persa en lugar de avanzar directamente hacia ellos, y al continuar avanzando en esa dirección, se colocó más allá del terreno nivelado por los persas. Darío entonces ordenó que su ala izquierda contuviera el movimiento lateral de Alejandro realizando una salida envolvente. Alejandro, a su vez, inició un ataque hacia el centro de las tropas envolventes y dio comienzo a una serie de ataques y contraataques hasta que las formaciones persas quedaron rotas. Darío envió sus carros contra la falange para sembrar el desorden en ella, pero la infantería macedonia, que estaba delante de la caballería para protegerla de los carros, arrojó sus jabalinas, flechas y demás armas arrojadizas y abrió sus filas quedando aisladas las cuadrigas que atravesaron las líneas macedonias. Darío, en un nuevo intento para detener el avance de Alejandro, envió a la caballería persa del sector central, con el resultado de que se abrió una brecha en su línea Alejandro III ordenó a su caballería de reserva atacar a las fuerzas que estaban rodeando su ala derecha y él, al frente de sus «Compañeros», en una formación en cuña, galopó hacia la brecha abierta en la línea persa por el avance de su propia caballería. Luego se dirigió contra Darío, quien abandonó el campo aterrorizado ante la embestida de Alejandro. La caballería persa del ala izquierda, que estaba siendo atacada por la reserva macedonia, también emprendió la huida, siendo perseguida por los macedonios, que los masacraron. Debido a la marcha oblicua de Alejandro, el ala izquierda se encontraba retrasada con respecto a la derecha, y a causa del impetuoso avance de Alejandro se había producido una brecha entre ambas alas. La caballería india y persa irrumpió por esta brecha dirigiéndose hacia el tren de bagajes macedónico con el propósito de rescatar a la familia de Darío que estaba presa, pero la madre de Darío se negó a ser liberada. La falange de reserva dio media vuelta y los atacó por la retaguardia matando a gran número. Esta penetración coincidió con un movimiento envolvente de la caballería persa del ala derecha, con lo cual el ala izquierda macedonia quedó rodeada. Parmenio envió un mensaje a Alejandro informándole de su crítica situación.

Infanteria Macedonia



Este cesó inmediatamente la persecución de Darío y se lanzó con sus Hetairoi a socorrer su ala izquierda, derrotando a los persas.
Libre Parmenio, se reanudó la persecución que se prolongó hasta la noche, iniciando una marcha forzada sobre Arbelas, pero Darío logró escapar. La batalla de Gaugamela finalizó con una gran derrota de los persas, ante la cual Darío emprendió la huida de nuevo, dirigiéndose a Arbela y más tarde a Ecbatana, la capital de Media. Alejandro ocupó las ciudades de Babilonia y Susa, antes de emprender la persecución de Darío para impedirle reunir un nuevo ejército en las satrapías más orientales. Por tanto Darío huyó de nuevo hacia Hircania, una satrapía situada al sur del Caspio, y desde allí trató de dirigirse a Bactra, la capital de Bactriana, perseguido de cerca por el ejército macedonio. Sin embargo, al ver que Alejandro estaba decidido a capturar a Darío, un grupo de nobles, entre los que se encontraban los sátrapas Besus, Barsaentes y Nabarzanes, tomaron a Darío como rehén, para así poder pactar con Alejandro y, al entregarlo, obtener del rey macedonio la independencia de las satrapías orientales que gobernaban. Enterado Alejandro de estos sucesos por un grupo de persas fugitivos, emprendió una rápida marcha para llegar hasta Darío (mediados de julio de 330 a. C.), pero poco antes de llegar al campamento de los sátrapas insurgentes, éstos apuñalaron a Darío al tener conocimiento de su llegada, y emprendieron la huida. Darío sólo sobrevivió unos instantes, agradeciendo el socorro que le brindó un destacamento macedonio. Se cuenta que Alejandro, al ver el cadáver de Darío, lloró y lo cubrió con su manto, diciendo: "No era esto lo que yo pretendía". Alejandro prosiguió la conquista del imperio persa, ahora con Besos como su rival (quien se había autoproclamado emperador de Persia con el nombre de Artajerjes V) y con la excusa de vengar la muerte de Darío. No obstante, su duelo por Darío fue sincero: ordenó el traslado de su cuerpo a Ecbatana fuertemente custodiado, donde fue embalsamado y entregado a su madre para que oficiase los funerales por su hijo en Persépolis. En primavera del 329 a. C., Alejandro cruzaba las montañas del Hindu Kush, que Besus había dejado desguarnecidas creyendo que sólo un loco se atrevería a atravesarlas tan pronto llenas aún de nieve y hielo.



Este error fue decisivo. Besus fue completamente sorprendido y se retiró al norte, a través del río Oxus. Trató posteriormente de impedir que los macedonios cruzaran el río incendiando todos los barcos disponibles, pero los invasores construyeron balsas y a los cinco días estaban ya al otro lado en el sudeste del actual Turkmenistán. Alejandro III capturó fácilmente la capital de Bactria, Bactra. Ni las montañas, ni el desierto entre la ciudad ni el río mismo fueron obstáculos insalvables para los macedonios. Los persas, asombrados por estas hazañas, perdieron coraje, lo que indujo a los cortesanos Espitamenes y Datames a arrestar a su líder entregándolo a Ptolomeo, general, amigo y futuro biógrafo de Alejandro. Alejandro mutiló cruelmente a Besus al cortarle orejas y nariz. Esto era una práctica chocante para los griegos y macedonios, pero era lo que Alejandro, como rey persa, tenía que hacerle a un regicida. Tras la mutilación, Besus fue entregado al hermano de Darío, Oxatres. Alejandro le ordenó marchar con el prisionero hasta el lugar donde había asesinado a Darío, crucificarlo y mantener alejados después a los buitres. Esto era para un zoroastriano un hecho horripilante, pues éstos creían que los muertos debían ser devorados por los pájaros.



La destrucción de Persépolis
Tras haber tomado la ciudad en 331 a. C., Alejandro dejó una parte de su ejército y continuó su marcha. No regresó a Persépolis hasta algún tiempo después. Al final de un día de borrachera en honor de la victoria, Persépolis fue incendiada por orden del conquistador en mayo de 330 a. C. Las razones que motivaron esta destrucción son controvertidas. Plutarco y Diodoro relatan que un Alejandro borracho de vino habría lanzado la primera antorcha sobre el palacio de Jerjes a instigación de Tais, más tarde esposa de Ptolomeo, quien lanzó la segunda. Tais habría exhortado a Alejandro y sus compañeros de armas a vengar así el saqueo de Atenas por Jerjes I. Esta hipótesis podría ser corroborada por la intensidad de las destrucciones del Tripylon y del Hadish, que muestra que estos edificios construidos por Jerjes sufrieron el incendio más que otros. Algunos autores afirman que el encuentro de los prisioneros mutilados, que provocaron la cólera y la tristeza del soberano, constituyó un motivo suplementario de represalias. En realidad, los historiadores suelen sostener hoy en día que la razón de la destrucción de Persépolis fue aparentemente de orden político, reflejándose una decisión meditada por parte de Alejandro.



Cuando el vencedor había ordenado salvar las ciudades tomadas y especialmente Babilonia, no ahorrando ningún gesto para reconciliarse con la población persa, hizo en Persépolis un gesto de alto alcance simbólico dictado por el contexto persa: el corazón ideológico del poder aqueménida se hallaba siempre en las capitales persas. Habiendo hecho la población un acto de sumisión forzada o voluntaria, permanecía sin embargo todavía vinculada ideológicamente a Darío III, el soberano legítimo, y estaba en malos términos con los conquistadores. La decisión fue pues incendiar el santuario dinástico persa para hacer patente a la población el cambio de poder. Duruy dice así que «Alejandro quiso anunciar a todo el Oriente, mediante esta destrucción del santuario nacional, el fin del dominio persa».



Los escritos antiguos mencionan el arrepentimiento expresado más tarde por un Alejandro apenado por su comportamiento. Para Briant, este arrepentimiento implica, de hecho, que Alejandro reconocía su fracaso político. Hay quienes creen que el propósito de Alejandro Magno al destruir Persépolis fue el rencor que les tenía a los persas porque Jerjes hubo arrasado Atenas, otros sostienen que el conquistador macedonio sintió una gran envidia al contemplar tanta grandeza, por lo que decidió destruirla incendiándola, y otros investigadores propugnan la teoría de que el incendio fue casual y no provocado. En cuanto al saqueo de Persépolis por las tropas de Alejandro Magno, el historiador clásico Plutarco nos cuenta que cuando el conquistador macedonio saqueó la ciudad palaciega de Persépolis le hizo falta más de 500 camellos y más de un centenar de burros para cargar con el botín. Al Imperio aqueménida le sucedió el Imperio seléucida, esto es, de los generales de Alejandro y sus descendientes, quienes gobernaron Persia. A su vez, los sucedió la dinastía arsácida de Partia en Irán Nor-Este, quien, de manera bastante falaz, señalaron a Artajerjes II como su antecesor. Istakhr, uno de los reinos vasallos de los arsácidas, sería derrotado por Papak, un sacerdote del templo. El hijo de Papak, Ardacher I, quien se nombró a sí mismo en recuerdo de Artajerjes II, se rebeló contra los partos, los derrotó. Siglos más adelante otra dinastía persa, la sasánida se alzaría con el control de la región por cuatro siglos configurando en parte lo que hoy conocemos como cultura del medio oriente pero nunca alcansaria el poder que tuvo el primero y más poderoso imperio persa aqueménida. El gran sueño de Ciro el grande habia terminado, pero dejaria una gran huella en la historia del mundo para siempre.




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